jueves, 28 de noviembre de 2013

302. CHILE, LA ALEGRÍA YA VIENE.

El 2013 lo recordaré como un año muy húmedo. Si en vez de nariz tuviese un pluviómetro, podría ofrecer datos más concretos. Qué se yo; información tipo lágrimas por minuto o lágrimas por metro cuadrado.

Pero, al margen del volumen de lo llorado, lo que sí estoy en condiciones de explicar es que se trató de llanto de diferente etiología. Lloré de rabia, de dolor o de profunda tristeza. Lloré, en suma, de emoción. 

La última vez ha sido en el avión que me trajo. Veía la película NO, de Pablo Larraín, sobre la campaña publicitaria que se organizó en Chile con ocasión del Plebiscito celebrado en 1988. En concreto, al escuchar, por vez primera, el himno de la campaña.

El problema de llorar en los aviones es que, durante el vuelo, quedan encendidas algunas luces de posición y las butacas no quedan, como en los cines, totalmente a oscuras. Por eso, cuando una señora que esperaba su turno para el cuarto de baño, me acarició el hombro y me preguntó que si estaba bien, me limité a sonreírle. 

Sí, señora, estoy muy bien. Lloro de la alegría.

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