miércoles, 17 de noviembre de 2010

85. 6:40 A.M.

Esta mañana, mientras desayunábamos a las siete y cinco en el bar de mi calle, hemos sido conscientes de que la gente normal se levanta un poco más tarde que nosotros.

Yo tengo mi propia teoría : cuanto más pobre más madrugas, aunque, por eso de empezar bien el día, he preferido guardármela.

El caso es que odio levantarme temprano. No sé si esto tiene algo que ver con lo que hago después, durante las ocho, diez o doce horas siguientes a salir de casa.

Porque a mí lo que de verdad me gusta es que me despierte el gallo. Y volverme a dormir. Y que vuelva a cantar. Y volverme a dormir. Y que vuelva a cantar.

Y que, mucho rato después, nos demos la vuelta y que nos encontremos y que hablemos de cualquier cosa. Y no levantarnos nunca.

2 comentarios:

  1. Yo odio levantarme TAN temprano. Por mí misma, me levantaría a las ocho y media. Me encantan las primera shoras del día, cuando se va sin prisa. Pero levantarme a las seis y media... me anula, me indigna. Esos madrugones son terrorismo de estado.

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