martes, 23 de noviembre de 2010

86. CUMPLEAÑOS.

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.



(Un poema del maestro, Ángel González)

miércoles, 17 de noviembre de 2010

85. 6:40 A.M.

Esta mañana, mientras desayunábamos a las siete y cinco en el bar de mi calle, hemos sido conscientes de que la gente normal se levanta un poco más tarde que nosotros.

Yo tengo mi propia teoría : cuanto más pobre más madrugas, aunque, por eso de empezar bien el día, he preferido guardármela.

El caso es que odio levantarme temprano. No sé si esto tiene algo que ver con lo que hago después, durante las ocho, diez o doce horas siguientes a salir de casa.

Porque a mí lo que de verdad me gusta es que me despierte el gallo. Y volverme a dormir. Y que vuelva a cantar. Y volverme a dormir. Y que vuelva a cantar.

Y que, mucho rato después, nos demos la vuelta y que nos encontremos y que hablemos de cualquier cosa. Y no levantarnos nunca.

martes, 16 de noviembre de 2010

84. POESÍA EXPERIMENTAL.

Este es mi primer poema visual.

Lo elaboré el pasado lunes mientras cenaba en un restaurante japonés y está realizado a base de separadores de sushi, wasabi, jengibre, habas y limón.

Si algún día se expusiera, supongo que el galerista le pondría un cartelito que diría algo así como Poema Visual, Beltrán Laguna 2010, Técnica mixta sobre salvamantel.

Aunque esto es hablar por hablar, porque mi primer poema visual lo recogió la camarera, junto con el resto de platos sucios, y lo tiró a la papelera.

lunes, 15 de noviembre de 2010

83. TENTATIVA.


Vivo en un bloque de gente bien. Gente que cuando hace una obra encarga una estructura de madera para revestir el ascensor por dentro y protegerlo así de los rasguños que se pudieran producir debido al movimiento de materiales de obra y escombros.

Desde que vi aquella madera por primera vez, me dije que iba a escribir en ella uno de mis poemas. Uno de los que ya te había dedicado en el blog o incluso uno nuevo, diseñado especialmente para ese espacio.

La estrategia era aprovechar algún día de los que te quedabas a dormir, levantarme en mitad de la noche y sin que tú te dieses cuenta, salir hasta la escalera para perpetrar tu poema.

Hasta que un día la obra del octavo terminó y retiraron la madera, casi tan nueva como la habían colocado algunas semanas antes.
Sin rasguños y sin poemas.

Y es que, por muy poeta que yo me declare, en el fondo no soy más que un chico bien.

La foto es del ascensor de mi bloque.

sábado, 13 de noviembre de 2010